Hay días en los que brilla el sol y la vida sigue como
siempre: las cosas no han cambiado, nada urgente nos falta en apariencia y
sin embargo... Nos sentimos mal, como incompletos, como... insuficientes, como
desalentados y extraños.
Ese día en que abres los ojos y no sabes por qué, traes un
desánimo que te nació en el sueño, que te brotó en lo alto de la noche y se
filtró a tu alma gracias a quién sabe que asociaciones oscuras y angustiosas.
Ese día en que te cuesta trabajo levantarte. ¡Ayer estaba todo
bien! Ese día en que presientes que nada va a ir como tú lo deseaste, ese día
que no tiene color, cuyas primeras horas son de laxitud, recelo o ligera
zozobra.
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